Editorial

En búsqueda del bienestar: aportes de la ecopsicología

12 Ene, 2025 Leonel Sánchez Alpino

Por Dra. Silvia Franchi.

Equilibrio físico y mental.

La libélula es un bello ícono de la salud.

Las libélulas son criaturas míticas, veloces y maravillosas, con una excepcional capacidad de observar el mundo a través de unos ojos formados por miles de estructuras hexagonales que les regalan una visión panorámica completa del entorno en el que viven. Pueden volar en cualquier dirección, hacia arriba, hacia abajo, hacia los costados, pueden retroceder y girar hacia la derecha o la izquierda o sobre sí mismas, todo sin esfuerzo, son seres “sutiles, ingrávidos y gentiles”.

Asomándonos a las aguas de un estanque se acerca una libélula con su murmullo. deslizándose en el vacío. Emite un sonido poco habitual con sus colores iridiscentes. Tiene cuatro alas de cristal cuyo movimiento corta el aire y rompe el silencio. De pronto queda suspendida en la nada, tan frágil como nosotros.

La palabra libélula deriva de Libella (“balanza”) , son idóneas para alcanzar un equilibrio imposible que les permite flotar en el aire y nutrirse del viento. Sin embargo, su vida no es nada sencilla, desde el comienzo deben emprender un largo y arriesgado periplo que comienza cuando una hembra deposita centenares de huevos en las aguas de algún rincón resguardado. Allí comienza una maravillosa metamorfosis que puede extenderse durante un lustro y si les va bien, pueden convertirse en delicadas ninfas de organismos adultos que vuelan y se desplazan rápidamente para vivir solamente dos meses, por su diseño biológico y su genética.

Pese a su vida efímera, estos seres alados son evocadores e inspiradores. Desde tiempos antiguos, las libélulas son un símbolo de equilibrio preciso para sobrevivir y de la perseverancia necesaria para llegar a la madurez. Buscan interminablemente la vida y toman una perspectiva sobre los problemas cotidianos. Leonardo Da Vinci se inspiró en ellas para construir nuevos artilugios que podrían dominar el cielo.

La fragilidad de la libélula se convierte en un ícono de la resistencia hacia el dolor, buscando todos los caminos para seguir volando y emanando esa belleza iridiscente.

La salud mental planetaria

Hoy, alrededor de mil millones de personas en el planeta padecen algún tipo de desorden mental y un millón de seres humanos, incluidos un número significativo de jóvenes, deciden quitarse la vida cada año. También ha surgido el extraño fenómeno del envejecimiento prematuro, para lo que no hay paliativos artificiales. Desafortunadamente, estos números se van a triplicar para 2050 y se debe a que estos seres humanos creen que no encajan en el sistema actual.  Desde el fondo del mar emerge una enorme nube de libélulas, una por cada uno de los seres humanos que hoy padecemos algún tipo de desequilibrio emocional o psicosocial, porque nadie está exento.

Esto nos conduce a explorar la verdadera idea de bienestar personal, tanto físico como mental, emulando la levedad y fragilidad de las libélulas. La salud no es mera ausencia de enfermedades. ¿Cuál será la futura medicina de la salud, hacia donde progresará? Los naufragios emocionales no son patrimonio exclusivo de un determinado número de personas sino que han pasado a convertirse en un gran mal global que requiere una atención prioritaria bajo prismas científicos, médicos, culturales, sociales, económicos y políticos. La salud física y la salud mental son partes intrínsecamente indisociables de una misma ecuación, cuyos términos han de desentrañarse. 

Es necesario generar un colectivo de artistas, escritores, pensadores y científicos para entender la clave de nuestra salud física y mental. Es decir que para afrontar tan enormes desafíos hará falta una sobredosis de imaginación, que transite la patología y la verdad. Es decir, que para avanzar en el conocimiento, la educación y la equidad social debemos asumir que somos criaturas imperfectas, frágiles y vulnerables y aun así llegar a ser artistas de nuestra propia vida hasta pintar la estela que deja una frágil libélula cuando vuela.

Aportes de la Ecopsicología

La Ecopsicología estudia la relación entre el ser humano y la naturaleza a través de principios psicológicos y ecológicos. Esta rama de la psicología tiene por objetivo desarrollar y comprender la forma de expandir la conexión emocional entre las personas y el mundo natural, asistiéndolas a desarrollar estilos de vida sustentables y evitar la separación del ser humano de la naturaleza y su consecuente estado de alienación.

La premisa de la que parte la Ecopsicologia  es que aunque la mente humana en el presente está afectada y conformada por el mundo social moderno, su estructura está adaptada y recibe sus fuentes del entorno natural en el que ha evolucionado. De acuerdo a la hipótesis de la biofilia, que fuera desarrollada por el biólogo E. O. Wilson, el ser humano tiene un instinto innato para conectarse emocionalmente con la naturaleza, particularmente los aspectos de la naturaleza que la Psicologia Evolucionaria ha denominado el entorno de la adaptación  evolucionaría, es decir las condiciones naturales en las que el ser humano ha evolucionado en su hábitat.

El campo de la Ecopsicologia se extiende más allá de la psicología tradicional, en cuanto a que no considera al mundo psíquico como algo solamente individual o personal, sino que explora por qué el ser humano por un lado busca desarrollar métodos de motivación positiva para adaptarse a prácticas sustentables y por otro lado tiene un comportamiento dañino hacia su entorno. 

La Ecopsicologia propone que la conexión del individuo con la naturaleza puede mejorar sus relaciones interpersonales y su bienestar emocional, algo que el sentido común también nos señala. Caminar por el bosque o por un parque urbano es refrescante para la mente porque significa recuperar la condición natural del ser humano.

La Ecopsicologia explora cómo desarrollar lazos emocionales con la naturaleza, particularmente cuando éstos se han perdido o se han borrado, como ocurre en las grandes urbes y a la vez preservar aquellas sociedades más pequeñas que conservan una relación saludable con su entorno natural. La relación con la vida natural ayuda a recuperar la sensación de armonía, equilibrio, estabilidad emocional y despreocupación por el tiempo. 

Hasta el momento, la exploración de este tema ha sido insuficiente y es un aspecto que puede generar un gran desarrollo del bienestar humano y un mayor cuidado de nuestro entorno natural. Somos conscientes de las consecuencias del cambio climático que está acarreando el calentamiento global y el abuso que ejerce el ser humano en su entorno, particularmente el descuido de los recursos naturales (generar incendios, tirar basura, plásticos a los mares, arrojar sustancias tóxicas, etc.). El incremento de las catástrofes naturales como tsunamis, inundaciones, aludes, contaminación desmesurada, etc. dan la pauta de que es necesario un cambio que comience desde las etapas tempranas del ser humano y continúe por el resto de la existencia.

Culturas que abrazan la naturaleza

Los ejemplos más importantes en los que se ha nutrido la Ecopsicologia lo proveen las grandes culturas antiguas: Las culturas aborígenes, las paganas, Budistas, Hinduistas, así como el chamanismo común a muchas culturas antiguas y algunas más modernas. Las culturas nativas han preconizado y enaltecido una profunda conexión del ser humano con la naturaleza, su preservación,  y el lugar que han ocupado desde siempre los ríos, los arboles y toda la vegetación, y los cuerpos astronómicos, el sol, la luna y las estrellas.

La alarmante destrucción de la naturaleza

Los enormes cambios que el ser humano ha producido en el mundo natural han sido altamente destructivos, tanto para el entorno como para el propio ser humano. El hacinamiento en grandes urbes ha incrementado el estrés, la ansiedad, la violencia y la locura. El impacto negativo es evidente a la vista de cualquier persona que observa y se relaciona con su entorno. Una sociedad no es sustentable si no incorpora la justicia social, el bienestar económico y la protección del medio ambiente en los principios que conformen sus bases.

Sociedades más sabias

Indudablemente, la tecnología forma parte de la vida humana en el siglo XXI y ha cambiado el modo en que vivimos, trabajamos y jugamos. Ray Oldenburg, de la Universidad de  West Florida, expuso que hay tres tipos de entornos humanos:

  1. Primer lugar: el hogar, donde dormimos, comemos y nos refugiamos del mundo que nos rodea;
  2. Segundo lugar: los edificios de oficinas, escuelas, fábricas que forman parte de nuestra educación y de nuestro sustento;
  3. Tercer lugar: Espacios informales para la vida pública, parques, plazas, cafeterías, teatros, etc.

Sin embargo, el límite de estos entornos se ha borrado. El hogar, por ejemplo, ya no es un refugio del mundo exterior, sino un lugar en el que se socializa por las redes sociales, se hacen operaciones bancarias “on line”, se intercambian mensajes y correos y se participa en múltiples medios digitales. Asimismo, los lugares de trabajo han incorporado guarderías, gimnasios y espacios para comer o tomar la merienda. Los espacios públicos también han  cambiado, las confiterías y bares eran lugares para encontrarse con familiares, amigos o con otras personas; hoy están plagados de personas con celulares, pequeñas computadoras y oficinas remotas, en las que muchas personas hacen su trabajo en forma solitaria.

La tecnología ha hecho aportes positivos; se pueden realizar fácilmente comunicaciones a distancia, trabajar en la sala de la casa o en la mesa del comedor, o ver películas y series sentados en el living o en el dormitorio. Pero los cambios tecnológicos han producido cambios en nuestro modo de pensar y de relacionarnos, aspecto que puede provocar malestar, enfermedad y la creación de pseudo-realidades.

Los baños forestales

La idea de los baños forestales nace en Japón en 1982. Comprobaron que contemplar el entorno natural, el bosque y todos sus verdes, mejoraba la salud generando efectos físicos y psicológicos positivos. Y no se debía solamente al aire fresco.  Los árboles emiten aceites llamados phytoncides que protegen contra gérmenes e insectos y ayudan a mejorar el sistema inmunológico, es decir que aumentan las defensas del organismo. Los estudios encontraron que los bosques bajan la presión arterial, los latidos del corazón y reducen las hormonas del estrés. Caminar y contemplar levanta el ánimo y aumenta la energía.

Los bosques son un bálsamo para los niños y para aquellos que quieren escapar de la tecnología. Las personas mayores también deberían integrar a sus rutinas un paseo diario y caminar entre los árboles y los arroyos. Si aparecen animales, como  zorros, ardillas, etc. también generan curiosidad y alegría. Estos beneficios para la salud no se deben tomar con liviandad sino como una verdadera fuente de prevención primaria en salud.

Es necesario pasar más tiempo en el bosque, entre los árboles, contemplar la naturaleza en plenitud, no necesariamente para entrenar o hacer actividad física, sino sumergirse entre los árboles, diez minutos por día. Está comprobado científicamente que “el baño forestal” mejora la salud y el bienestar, sumando calidad de vida a nuestra evolución. El silencio de la naturaleza a veces estimula más que las palabras. Es algo simple y muy beneficioso para nuestra vida en un planeta que tenemos que cuidar … y cuidarnos.

El cuerpo es sabio y encuentra en la naturaleza a la compañera ideal de sus momentos libres, en parques, jardines, plazas, orillas del río. Los niños con su sabiduría conocen esa clave y disfrutan del juego en plazas y espacios verdes.

La vida viene de la vida y es necesario conocer los beneficios del contacto con la naturaleza para lograr la curación diaria; conocer para curar.

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