Sociedad

Enseñanza de Emergencia en tiempos de COVID-19

06 Dic, 2020 Leonel Sánchez Alpino

Por Eduardo Roberto Stamato, Lic. en Educación y Gestión Educativa

Un nuevo año escolar comenzaba y con él se hacían presente un sinfín de  inquietudes, ansiedades y expectativas en  alumnos, docentes y familias, a lo que se sumaba la noticia que la paz mundial podía verse alterada por un virus desconocido y criminal. 

Nunca imaginamos la dimensión de esta nueva enfermedad  y la amenaza de una pandemia que rápidamente cubriría el mundo. Ello nos afectó a todos. Una cuarentena internacional logro aislar y paralizar el mundo. 

La escuela, en nuestro país, no quedó al margen y velozmente debió reinventarse. Salió a conquistar el mundo virtual para generar una metodología de emergencia que llegó a todo el estudiantado e integró rápidamente a las diferentes comunidades escolares a lo ancho y largo de nuestro extenso país.

Es cierto también que ello aumentó las diferencias sociales y educativas entre los que tienen alta conectividad de los que no la tuvieron nunca, lo que trajo consigo un aislamiento educativo. De la mano de esta diferenciación social llegó otra tan importante como la anterior y que quedo a la vista de todos, aquellos que disponen de muy buenos recursos tecnológicos en cantidad y calidad de aquellos que no lo poseen. Diferencias económicas, desigualdad y exclusión se hicieron presentes una vez más en el sistema educativo nacional,  sin diferenciar jurisdicciones y afectando tanto a la gestión pública oficial como privada.  

Cada equipo directivo debió gestionar  la escuela de acuerdo a sus características, variables poblacionales  e  ideario institucional, de tal manera que cada integrante de la acción educadora cumpla su función y siga interpretando su instrumento para que  la verdadera sinfonía escolar no se detenga. Esta vez con un escenario que no es el habitual, sino desconocido, virtual, impersonal, que intentó rápidamente lograr que la función formadora no se detenga y generar un feedback a pesar de la distancia, teniendo en cuenta que nunca será igual al modelo educativo presencial y que estábamos delante de una educación de emergencia virtual que reemplazaría a la presencial y ello no es lo mismo que gestionar educación a distancia.  

La educación en pantalla nunca puede reemplazar la educación presencial por más encuentros virtuales que los docentes y las escuelas puedan generar. Ver no es aprender, como explicar no es enseñar. Comunicarse virtualmente no reemplaza la sociabilización que genera la escuela. Es muy difícil generar nuevos vínculos o fortalecer los ya existentes mediante la comunicación virtual. Nada podrá reemplazar el efecto sociabilizador de la escuela.

El inconveniente principal es que nunca nadie imaginó que esto demandaría un ciclo lectivo completo. 

Esta experiencia de aprendizaje de emergencia virtual que la escuela debió implementar llevó a redefinir la clásica triangulación metodológica conformada por la relación: alumno, docente, escuela, o bien,  alumno, docente / escuela, contenido, en una triangulación de aprendizaje virtual y comunitario donde todos los protagonistas que conforman la comunidad escolar se vieron incluidos en la mismo proceso vincular, directivos que aprenden, docentes que aprenden, estudiantes que aprenden y familias que aprenden. 

El espacio aúlico debió reconstruirse. El aula invertida y virtual llegó para quedarse al igual que el aprendizaje por proyectos. Lo auditivo,  kinestésico y  visual, se integra al proceso convencional de aprendizaje. Llegó el tiempo de aprender en acción comunitaria. La investigación acción se multiplicó en la escuela. Es tiempo de aprender.  Nuestras comunidades y nuestros alumnos, como parte importante de ese proceso, han aprendido de una forma no convencional, llena de nuevas estrategias de aprendizaje, con nuevas motivaciones de la mano de la creatividad. Con un docente que debió ser más afectivo, que debió recurrir a mayor gesticulación, calidez en sus palabras y escritos, conducir a la curiosidad y al asombro, guiar en el camino por descubrir, es decir el docente debió repensarse, debió construir un nuevo liderazgo, debió transformar su perfil de docente de la palabra, por el de docente de la acción, gestor de proyectos, docente resonante, que favorezca la inclusión en sus prácticas y así favorecer la sociabilización y la acción educadora. 

La escuela debió salir a comunicar a las familias las nuevas metodologías, secuencia y priorización de contenidos, nuevas formas de evaluación y calificación.

La familia debió confiar una vez más en la escuela, en los profesionales que la conforman, en su experiencia educadora. Debió comprender que las actividades escolares virtuales no pueden ni deben acompañar la totalidad de la carga horaria escolar. Lo virtual no debe, ni puede, reemplazar la escuela. Debe ser complemento y recurso. No el medio. 

Si bien las aulas son heterogéneas por naturaleza y cuanto más heterogéneas mucho mejor, hoy esa heterogeneidad se vio multiplicada. La escuela se atomizó. Pasó de ser un edificio escolar único con espacios escolares definidos, a espacios compartidos entre todos los integrantes de la familia y por veinticuatro horas.  Tuvimos que aprender a convivir, a compartir tiempos, espacios y recursos informáticos y tecnológicos. Esto trajo angustias, desesperanzas, preocupación, ansiedad,  sentimientos de pérdida de libertad. Debimos reconstruirnos. Debimos reaparecer. Debimos aprender a vivir en distanciamiento. Todos lo sufrimos. El niño y adolescente mucho más, debido a su alta necesidad de desarrollo emocional y social.

Fue ahí donde la escuela debió salir a atender las necesidades no sólo del alumnado, sino también de sus familias y de sus docentes. La escuela salió a incluir, a preservar a todos sus actores mediante sus equipos de orientadores y tutores. El equipo directivo debió salir a trabajar junto a ellos codo a codo. Reuniones con padres, alumnos, equipos docentes, coordinadores, fueron prácticamente a diario y sin dejar de lado mensajes a la comunidad escolar de reflexión y empatía. 

La escuela debió acompañar con la palabra y la acción virtual fue el medio.  

La escuela debió y deberá repensarce. Se reinventó desde el adentro, transformándose en una gran sinergia, con reingeniería propia. Cada uno aportó sus conocimientos, empatía y en un acto altruista veloz de aprendizaje colaborativo, puso en acción estrategias creativas. La escuela es formadora de vínculos y como tal es cooperativa y colaborativa.

La capacitación y el autoconocimiento se instaló en cada docente, tanto en lo individual, grupal como comunitario. Todos nos transformamos en alumnos y docentes de nuestros equipos. Cada uno aportó sus conocimientos, seguridades, inseguridades, temores, ansiedades y comenzamos un proceso de construcción e implementación metodológica. Fueron tiempos de aprender y desaprender. Mañana serán días de evaluación.

Llegó así el fin de año escolar de la mano de las burbujas. 

Prontamente el equipo de conducción formalizó protocolos de regreso a la escuela y reorganizó las actividades de intercambio y sociabilización en un tiempo récord, lo que no hubiera sido posible sin el trabajo en equipo docente que volvió a apoyarse en su creatividad para armar cada una de las actividades recreativas al aire libre.  

Sin lugar a dudas la escuela demostró, una vez más, estar formada por vocaciones profesionales y es por ello que las palabras genéricas emanadas por una de las responsables docentes de una de las más importantes jurisdicciones del país no fueron afortunadas, ni bien recibidas en un contexto donde la mayoría de los docentes de escuelas oficiales de gestión estatal y privada han demostraron saber hacer y crear escuela según las necesidades,  todos los días. 

Podrá haber docentes que quizás no ejercen su tarea con vocación, dedicación, esmero, profesionalismo,  inclusión, como podrá darse en cualquier otra profesión, pero no habrá docentes que no han demostrado en este tiempo ser capaces de llevar adelante su tarea educadora y mediadora en tiempos de emergencia educativa y sanitaria. 

Los habrá docentes más dedicados y responsables, pero nadie que no vea en los niños y jóvenes  el porvenir de un país, podrá ser docente.  Esto no es politizar la cátedra o las escuelas, es comprometerse con los ideales de aquellos que soñaron un país mejor de la mano de la educación como único medio para lograr un país inclusivo, democrático y de crecimiento social.  

Habrá docentes que interpreten que la escuela es el lugar para hacer militancia, pero el docente verdadero, el docente que cree que la escuela es el lugar de crecimiento, de formación de ideales de libertad, de inclusión, de vida democrática, filantrópica y perfil crítico, nunca enseñará partidismo de ningún tipo. No cree que la escuela es el lugar para hacer revolución, sino que cree que la revolución viene de la mano del conocimiento y de la alfabetización científica. 

No habrá muchos docentes que tomen esta tarea por descarte y como posibilidad laboral asegurada.  No es sencillo educar y enseñar  si no se lo siente. No nos olvidemos que educar es mucho más que transmitir un conocimiento. Cómo evaluar es mucho más que calificar. Es por ello que habrá muchos docentes, pero no por ello muchos serán los que tomen la educación como una profesión de “salida” entre otras tantas profesiones. 

Los habrá más preparados unos que otros, pero no por ello serán incultos. 

Los habrá mayores y no tanto, pero no por ser más antiguos en sus profesiones  dejarán de estar preparados para afrontar estos desafíos de educar en emergencia.

Los habrá más sólidos económicamente que otros, pero no por provenir de hogares humildes  no estarán a la altura de la formación que el país necesita para despegar. 

Este año fue ejemplo que la escuela una vez más está de pie y permanece firme en la formación y educación de nuestros niños y jóvenes. No nos olvidemos que: … “La docencia es la única profesión que crea las demás profesiones”. Autor anónimo.

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