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¿Qué aprendió la escuela de esta pandemia?

22 Nov, 2020 Leonel Sánchez Alpino

Por Eduardo Stamato, Lic. Prof.

El planeta está atravesando un momento histórico sin precedentes. Un virus altamente mortal nos invade de tal manera que el mundo se vio paralizado bajo un aislamiento social, preventivo y obligatorio. 

Frente al temor, la angustia, la incertidumbre que genera una pandemia surge preguntarse: ¿es correcto definir la necesidad de cuidarnos y preservarnos frente a un virus desconocido con la palabra aislamiento? 

Ella proviene de aislar. Acción y efecto de separar, apartar, a alguien o algo de los demás. Esto implica entre otras cosas, dejar de lado. Acaso en la era de la globalización y de las comunicaciones virtuales, donde las grandes distancias son cada vez más diminutas, queda preguntarse,  ¿nos aislamos o nos distanciamos? 

El distanciamiento a diferencia del aislamiento es el recurso que consiste en distanciar a un espectador de la acción para que pueda adoptar una actitud cognoscitiva y crítica. Además el distanciamiento permite la búsqueda nuevamente del equilibrio. Si hay distancia habrá luego reencuentro. Esto es lo que hoy está intentando la escuela. Volver, reencontrarnos, compartir y sociabilizar las experiencias vividas, en estos largos meses de DISPO. 

Si la palabra aislamiento es dura para el adulto, mucho más lo es para el niño y el adolescente que fue separado de sus vínculos de sociabilización escolar. Romper estos vínculos les generó un duelo muy difícil de transitar acompañado de otros sueños y ritos estudiantiles no satisfechos.

Ahora bien este distanciamiento logró evitar en nuestro país un colapso sanitario. Dejó también una gran crisis económica y distanció de la escuela a niños y adolescentes por más de doscientos días. Tiempo que empezó a vivenciar la necesidad de que los alumnos debían volver de donde fueron quitados, el edificio escolar. Ese espacio que los acerca al otro. Que los proyecta al futuro. Que los sociabiliza con sus pares y con el mundo adulto. 

La escuela es el espacio de sociabilización que los niños y adolescentes necesitan para su desarrollo psíquico, emocional y cognitivo. La salud psíquica es tanto más importante que la salud física de los estudiantes. Es más, una define a la otra, y genera mayor protección de su sistema inmune.

Pero ahora bien. Este distanciamiento social trajo consigo crisis, sufrimientos, temores, angustias y preocupaciones.  No fue posible compartir con otro, y con el otro, más que por el intermedio de una pantalla. Nos vimos limitados en abrazos, apretones de manos, besos y manifestaciones de cariño a las que los argentinos estamos acostumbrados y a partir de aquí debemos repensar.

El contacto físico no fue posible. La comunicación cara a cara, tan presente en nuestra cultura, en nuestra arraigo social, tampoco. Y esto condujo a sentir un distanciamiento aún mayor de los afectos.

Dice la antropóloga Rita Segato en un reportaje a un importante diario matutino …“Esta pandemia, nos ha venido a recordar la necesidad de "la copresencia y la cocorporalidad", la importancia de la comunicación física no verbal, la del cuerpo del otro. Es un equívoco pensar que la distancia física no es una distancia social". 

Todos los que trabajamos en educación sabemos que la escuela además de transmitir conocimiento tiene una función anexa, ser un lugar de encuentro, de integración con el otro, de sociabilización, de fortalecimiento de vínculos, de formación.

El niño y el adolescente no pudieron compartir con sus pares y docentes, durante este largo período, sus emociones y sentimientos más que de una forma virtual. La virtualidad podrá acercarnos y cortar distancias, pero no logrará reemplazar a la presencialidad de las escuelas. 

No mayor virtualidad logrará mayor presencialidad. Y esto genera ausencia, ansiedad, angustia, tristeza. 

Esas ausencias por lo general se remedian en el adolescente con chats interminables. Es la única forma que encuentran de canalizar con compañeros, amigos, profesores, familia. Chats hasta largas horas de la noche y por consiguiente la fatiga matinal que logra un comienzo más tardío de las actividades cotidianas y la pérdida de la rutina escolar.

Por suerte de estos chats con docentes, auxiliares, tutores y directivos, todos ellos líderes resonantes, actuaron como termómetros y lograron registrar las necesidades y emociones de muchos de ellos y de sus familias, que la escuela debió atender. Función educadora y contenedora de su comunidad.

En este tiempo la escuela contó con chicos “apesadumbrados”. Especialmente quinto año, séptimo grado, con rituales varios que no se cumplirán. Buzos, fiestas, reuniones, viajes, salidas, actividades de cierre, entregas de diplomas y premios que no se concretarán, por lo menos a corto plazo. 

La  escuela, en este tiempo de reinserción escolar,  deberá pensar y adaptar esos rituales y ceremonias. Debemos apelar a la creatividad docente, y al “permiso” otorgado por nuestras autoridades de realizar actividades al aire libre, que nos permita formalizar actividades de cierre y de despedida. De esta manera se descenderá un nivel de angustia y desánimo presente en nuestros chicos y adolescentes. Es necesario que cada etapa escolar se cierre dentro del ámbito que permite la  sociabilización escolar.

La escuela debe estar presente y colaborando a reducir los sentimientos de frustración, tolerancia, temor, miedo, bronca, incertidumbre que estos meses de aislamiento dejo en nuestros estudiantes. La vuelta paulatina al edificio escolar puede ser una estrategia valiosa si es capitalizada, organizada y creativa, con actividades de reencuentro, sociabilización y reflexión. 

Todos juntos, equipo docente, directivo y responsables del departamento de orientación, debemos trabajar y crear actividades que permitan abrir la mente y el alma, sacar afuera emociones y sentimientos, empatizar, solidarizar, trabajar cooperativa y colaborativamente para que ese tiempo breve de permanencia en la escuela ayude a canalizar, a bajar tensiones y manejar emociones encontradas. 

La vuelta a clase debe ser diferente a lo que la escuela fue antes del distanciamiento obligatorio. En un escenario distinto donde el aula invertida estará presente generando igualdad e inclusión, aspectos estos que se vieron incrementados durante esta interminable cuarentena.  

El reencuentro debe ser una relación empática, un momento de experiencias compartidas. 

Escucharnos, emocionarnos, solidarizarnos, son actitudes que en la escuela de la sociabilización no debe esperar. 

Seguramente planifiquemos actividades idénticas para cada curso, pero los resultados serán diferentes. Cada burbuja registrará el momento y lo compartirá de acuerdo a las afinidades y expresión de sus integrantes.  

Las actividades que demanden de construcción colectiva pueden ser buenas metodologías que llamen a plasmar sentimientos, que conduzca a la escucha atenta y activa, que nos lleve a reflexionar, a expresarnos mediante el juego, el arte, en fin, nos permita canalizar nuestras emociones y sentimientos. De esto también se nutre la escuela, de la sociabilización. 

No sólo por contenidos está formada la escuela, sino también por las emociones. 

Es allí donde docentes y directivos debemos apelar a nuestra creatividad, innovación, motivación y estímulo, para construir actividades que permitan valorar el encuentro, la formación en valores y el aprendizaje en servicio.

No es el momento de evaluar el nivel informático y tecnológico con el que cuenta la escuela. Esto ya llegará. Ni tampoco el momento de certificar o acreditar contenidos dictados. Hoy más que nunca es el momento del encuentro con el otro. Con ese ser distinto a mí, que vivió y sintió las mismas emociones.

No olvidemos que la calidez y responsabilidad con la que actuemos en esta reinserción escolar definirá la calidad educativa institucional. 

La calidad se define no sólo por la excelencia académica, sino por la armonía y dedicación con la que hacemos las cosas. Ello nos llevará a convivir en un ambiente acogedor, de respeto mutuo, que nos permitirá avanzar en la construcción de aulas resonantes donde el aprendizaje llegará de la mano de las emociones. 

Debemos lograr que este reencuentro no provoque desaliento en alumnos y docentes. Todo lo contrario. Debe traer consigo inclusión, pertenencia, tolerancia, solidaridad y una gran cuota de empatía.

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