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¿Se tocó fondo?
Estudiantes atraviesa por el peor de los presentes futbolísticos. Con apenas tres partidos desde la vuelta post cuarentena, sólo logro empeorar la imagen que había dejado antes. Opinión de lo que está dejando uno de los peores años en los últimos tiempos.
Por Francisco Gil.
Desde que se encaró el proyecto retorno a 1 y 57, tanto la dirigencia como los hinchas asumían que los años venideros no traerían consigo grandes logros a nivel futbolístico. Sin embargo, ni en el peor de los panoramas, hace un año, se podría haber vislumbrado un presente tan bajo.
En noviembre del año pasado, el ya entonces no tan buen presente del equipo pasaba a segundo plano por las grandes fiestas de inauguración que se realizaron en el flamante estadio pincha, acompañados por el triunfo en el clásico y en el último partido en el Estadio Ciudad de La Plata.
Días después se anunciaba, con recibimiento incluido, la llegada de Javier Mascherano al Club, quien venía de China alentado por viejos conocidos y amigos que, por ese entonces, estaban vinculados a Estudiantes. A partir de allí, todo fue caer.
Quienes animaron a Mascherano a ponerse la albirroja, por un motivo u otro, se fueron alejando. Gabriel Milito, tras una histórica derrota por Copa Argentina ante Deportivo Laferrere –tres categorías menos- renunció a su puesto (el “jefecito falló el último penal). Marcos Rojo, con apenas un solo partido disputado en su vuelta, no consiguió la prórroga ante el llamado de retorno del Manchester United. Por último, Gastón Fernández, con el parate por la pandemia, decidió retirarse del fútbol.
Entre todas estas cuestiones, los resultados. De cinco partidos celebrados este año en el tan esperado Estadio Hirschi, Estudiantes solo ganó uno, por 3 a 1 ante Unión de Santa Fe; el resto, los perdió: 2 a 0 ante River; 2 a 1 ante Racing; mismo resultado ante Defensa y Justicia; y este último, meses después, cuarentena mediante, ante Argentinos Juniors, por 1 a 0. Sumado a la ya mencionada eliminación por penales ante Laferrere y el empate 1 a 1 en el partido inaugural del estadio, ante Atlético Tucumán, el año pasado.
Eso si se cuentan sólo los partidos como local, donde ni el más pesimista hubiera imaginado que a Estudiantes le cueste tanto ganar en la vuelta a su hogar de toda la vida, habiendo construido, durante muchos años, una fortaleza en el Estadio Ciudad de La Plata. De visitante tampoco acompañaron los números: empates ante San Lorenzo, Lanús y Newell’s.
La vuelta al fútbol post pandemia no pareció haber renovado los aires. Otro preocupante empate en cero en Mar del Plata ante Aldosivi encendió las alarmas de lo que luego acontecería. Caída ante San Lorenzo por 2 a 0 y, la última, una nueva derrota en Uno ante Argentinos Juniors.
Tras este último partido, Javier Mascherano decidió ponerle fin a su extensa carrera. El emblema de la Selección Argentina y Barcelona cosechó apenas un triunfo de siete partidos que disputó con la casaca albirroja, malogrando el penal en la eliminación por Copa Argentina, y pudiendo destacar en algunos pocos encuentros.
Se puede entender la decisión del mediocampista si se tiene en cuenta no sólo lo anteriormente mencionado (retiros, despidos y malos resultados), sino la casi nula intervención de la dirigencia por buscar una solución. La venta de Matías Pellegrini a Estados Unidos dejó una vacante en su puesto. Mateo Retegui, cuando estaba empezando a mejorar, fue vendido a Talleres de Córdoba. Martín Cauteruccio fue el único refuerzo de, si se quiere, jerarquía que logró la gestión de Juan Sebastián Verón, con Agustín Alayes a cargo del fútbol. La joven promesa, Darío Sarmiento, a penas goza de minutos en el equipo de Desábato. Mascherano vino a un equipo de refentes, y se fue rodeado de jóvenes de la cantera y refuerzos que cubrían puestos.
Para peor, reina la intrascendencia. Quizás lo más preocupante de este presente inimaginado sea la falta de ideas, de trabajo, y el desgano que se ve en el equipo. Los números inmediatos hablan por sí solos: Estudiantes no convirtió un solo gol en los tres partidos que disputó del torneo, con un punto de nueve disputados.
En palabras del entrenador Desábato, “el equipo no está a la altura de lo que creció el Club”. No hace falta mencionar el crecimiento institucional de Estudiantes en los últimos años, pero tampoco hay que dejar pasar que, no obstante, el fútbol (la principal fuente de ingresos) ha ido empeorando proporcionalmente a este crecimiento.
Desde la última gran campaña, allá por 2014 y 2015, con Mauricio Pellegrino como DT, y jóvenes figuras de la cantera como Guido Carrillo, Gerónimo Rulli, Jonathan Silva, Joaquín Correa y Leonardo Jara, entre otros, los equipos pinchas vienen dejando, cada vez más, una peor imagen en la cancha.
Pasaron varios técnicos, muchos más jugadores, y sin embargo no se logró nunca afianzar una idea. En su mayoría, por no decir todos, los entrenadores, desde hace cinco años, se fueron tras derrotas bochornosas, por equipos que ya no respondían a sus órdenes.
Lo cierto es que sobran dedos de una mano para contar las veces que este equipo de Estudiantes pateó al arco en lo que va del torneo. Verón pide tranquilidad, Desábato paciencia, pero la gente no puede evitar pensar de qué se estaría hablando de no haber suspendido, la Asociación del Fútbol Argentino, los descensos.
Acéfalo en la cancha, con Mascherano dejando el barco a mitad de viaje, y con una dupla técnica que no encuentra el camino, Estudiantes necesita un milagro para pensar en la clasificación a la siguiente ronda del torneo. Lejos quedaron los recuerdos de aquellos buenos años, hace poco más de una década con Simeone o Sabella ganando campeonatos. El presente, acompañado de una vergonzosa administración del fútbol en general por parte de la AFA, sólo recuerda a oscuras etapas de los 90.
Puertas adentro se tendrán que charlar muchas cosas. Se tendrá que trabajar, levantar el ánimo y pensar en lo que viene. Mientras tanto, el extraño torneo armado por Claudio Tapia, Marcelo Tinelli y compañía continúa, y los pinchas, desde sus casas y sin poder concurrir al imponente estadio de Uno, sólo esperan poder gritar, aunque sea, un último gol, antes de que termine este tan complicado –impensado– y triste 2020.